Gran Sabana - La luz al final del túnel
- SueltoSur
- 28 nov 2018
- 3 Min. de lectura

Superadas las trancas, lo peor ha pasado, rodamos con caras de asombro y a la expectativa de los que nos aguarda más adelante, aún debemos pasar Las Claritas, pueblo del que también tenemos entendido es dominados por sindicatos del oro, es decir, mafias armadas.
Tal como esperábamos, Las Claritas no es un pueblo como para pararse y hacer turismo, el caos y las calles repletas de aguas negras solo nos dio impulso para seguir de largo y sin mirar atrás.
Continúa la vía con zonas repletas de baches y otras más manejables, comenzamos entonces una larga cuesta de 20 kilómetros, el paisaje boscoso reina y el clima comienza a cambiar. La densidad de la vegetación aumenta la expectativa pues ya nos habían advertido que de repente todo se despeja y ves la inmensidad de la sabana.
Y efectivamente, luego de tanto estrés, incertidumbre y nervios… podemos ver la luz al final del tunel. La Gran sabana nos da la bienvenida con un clima fresco y bastante brisa.

El día está próximo a llegar a su fin, así que decidimos hacer pernocta en la primera parada que nos brinda la sabana, la estación de Aponwao, ahí nos recibe una familia de venezolanos que ya están muy bien familiarizados con la zona. Nos invitan a armar nuestra carpa en el resguardo de la cabaña y nos indican que a pocos metros del lugar está el Río Aponwao donde podemos darnos un merecido baño. Sin falta Armamos carpa, bajamos por el camino indicado y nos butizamos en las aguas de la Gran Sabana, la energía del lugar es indescriptible, el agua pura y fresca, reposamos en sus caudales hasta que la puesta del sol nos indica la hora de volver al campamento para descansar.
A la mañana siguiente nos levantamos renovados, más que por un buen descanso, por sentirnos por fin libres. La mañana se hace amena y entre conversas recibimos las recomendaciones de nuestros nuevos amigos, ellos nos aseguran que en 20 años visitando la Gran Sabana, están seguros de no haber conocido aún ni la cuarta parte de todos los parajes que esta esconde.
Entre las opciones que nos dan para conocer hay un par que nos llaman la atención, Rápidos de Kamoirán pues se encuentra en plena vía, y un pequeño desvío unos kilómetros más adelante para conocer el Salto la Golondrina, con esto en mente zarpamos nuevamente. Somos hombres libres, hombres de la sabana, hombres renacidos en las aguas de la Gran Sabana.

Las vías de la Gran Sabana simplemente no parecen de Venezuela, el asfaltado impecable y el paisaje espectacular nos hace pensar que tal vez nos transportamos a otro lugar sin darnos cuenta, hacemos varias paradas en puntos que nos llaman la atención para hacer fotos del Congorocho, rodamos admirando el paisaje y respirando el aire fresco. Ya cerca del mediodía llegamos a los Rápidos de Kamoirán, la primera impresión debo admitir no fue la mejor, pues el lugar luce desolado, en parte debido a una estación de gasolina en su entrada de la cual se nota no recibe combustible hace unos cuantos días.
Entramos curiosos y ansiosos de presentarnos y a nuestro proyecto, los dueños del lugar no están presentes, y el personal encargado de forma muy receptiva les hace llegar nuestra información haciéndonos la salvedad de que debemos esperar que la vean y se comuniquen para dar su apreciación. Además es pleno mediodía y el personal está a punto de comer, pero para nuestra sorpresa nos hacen de inmediato la invitación a acompañarlos en su almuerzo, semejante gesto no puede ser interpretado de otra forma más que, ¡es el lugar indicado para hacer una parada!, la hospitalidad y calidez del personal lo confirma.
Terminado el almuerzo la respuesta de los dueños será recibida, nos despedimos cruzando los dedos por un sí, pues Kamoiran guarda algunas sorpresas que deseamos poder mostrar, un par de Ases bajo la manga que guarda esta modesta posada que sencillamente ¡QUITAN EL ALIENTO!
Así que nos vemos en el siguiente Post, no nos pierdas la pista y nos vemos en el camino.
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