De la tranca a la libertad, logramos romper las ataduras.
- SueltoSur
- 28 nov 2018
- 3 Min. de lectura

En nuestra cuarta noche en San Miguel ya estábamos totalmente decididos, “mañana es el día”… “mañana nos lanzamos sí o sí”, conversamos con nuestro buen amigo Hector (un mestizo de la comunidad que nos apoyó en todo momento) y sus palabras de alientos nos dan determinación.

A la mañana siguiente alistamos #ElCongorocho, ordenamos como pudimos todas nuestras cosas y esperamos la hora de apertura de la tranca, los pemones abrían el paso cada 4 horas, la primera apertura del día fue a las 6am por lo que a las 10am ya sabíamos que podríamos pasar.
LLegada la hora despegamos sin demora, muchos se despiden de nosotros y nos dan las gracias por el apoyo brindado. La vía se siente ligera, despejada de vehículos puesto que ya casi nadie está circulando la troncal 10, casi todos esperan en pueblos y ciudades cercanas la noticia de liberación total del paso para lanzarse al camino.
Rodamos unos 8 kilómetros hasta llegar a la tan temida tranca de El Granzón, de esta protesta teníamos 5 días escuchando terribles historias, saqueos, agresiones a personas de la cola e infinidad de insultos y amenazas.
Llegamos de últimos en un pequeño lote de no más de diez vehículos, decido bajarme y caminar hasta el principio de la tranca para averiguar cómo es el movimiento con respecto al paso, si dejarán pasar o solo perdemos el tiempo. Lentamente llego a la zona cero de la tranca y se observa una algarabía, un círculo de gente parece estar en plena discusión de algún asunto de importancia, me imagino se trata del paso en la cola o algo similar.
Logro acercarme lo suficiente para dilucidar de qué iba todo esto, y no era más que una rencilla por una pimpina de gasolina decomisada que al parecer, pertenecía a algún fulano, pero se la llevó mengano. Los insultos y amenazas eran de tal calibre que más que una pelea por pimpinas, parecía una rencilla de bandas dispuestas a matarse por el territorio.
Entre improperios, amenazas e insultos se cuelan comentarios con respecto a los vehículos que están en la cola, entre risas aseguran que ninguno pasará con la gasolina que lleva. Escuchar esto es un golpe bajo, llevamos la gasolina casi contada en gotas y nos la pueden quitar.
Decidimos entrar en modo invisible y hacer exactamente lo que nos dijeran, si era esperar… esperaríamos, si la orden era váyanse… nos iríamos, sin protestas ni pataleos.
Solo diez vehículos en cola, de quienes manejaban la situación se hacía antojo dejar pasar de repente a uno, porque tenían algún niño o simplemente porque alguna mujer en el vehículo lograba convencerlo.
Pasados unos 30 minutos nos damos cuenta que ya somos los únicos que están en espera, todos han pasado, preguntamos al que parece llevar el control y su respuesta solo fue “ustedes tienen que esperar, pasan cuando yo les digo que pasen”.
Esta espera se prolongó por hora y media, ya comenzábamos a temer lo peor, si de San Miguel llegaron noticias de que en un escarabajo verde viajaban dos tipos documentalistas con cámaras y equipos, posiblemente estábamos fritos, ya fichados y en espera de la orden para emboscarnos y decomisarnos cámaras y demás.
De repente llega en moto un joven pemón, con camisa de seguridad… es el uniforme de San Miguel, lo reconocemos de solo verlo, se baja de la moto, observa a quienes estamos parados junto a la barricada y se aproxima a hablar con los que manejan el paso, “ahora si nos jodimos” fue la expresión que casi en coro soltamos, si bien muchos pemones del cuerpo de seguridad fueron super amables y receptivos con nosotros, otros nos trataban como si de gringos infiltrados se tratase, poniendo en duda nuestra venezolanidad y haciendo creer que teníamos intenciones ocultas para estar ahí con cámaras. ¿A cual de esas dos realidades pertenecía este Pemón? era la gran pregunta.
El joven uniformado luego de hablar con varios representantes pasó la barrera y vio al inconfundible Congorocho, se detiene, inclina hacia un lado la cabeza y pregunta ¿ustedes no son los que estaban allá? (haciendo referencia a San Miguel)… con caras pálidas solo asentimos con la cabeza, “pasen” fue la respuesta que por fin nos dio la libertad de pasar, con un movimiento de manos hizo saber que podíamos pasar y así sin más, estábamos pasando la tan temida tranca de El Granzón, con nuestras pimpinas intactas y sin más que hacer que soltar una plegaria de agradecimiento a Dios por haber pasado ilesos.
Esta fue la peor cara de Venezuela que pudimos ver, no registrada en fotos por el temor a que posiblemente estábamos fichados y cualquier material que vieran sería soga para nuestro cuello.
Luego de esto, volvimos a nacer en la Gran Sabana.
Y eso lo mostraremos en el siguiente Post, ¡no se lo pierdan!.
Este Post es sobre: #Venezuela #ProtestaPemon #SanmigueldeBetania #GranSabana #SueltoSur #SueltoenSuramerica
Comments